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Historia

Desde fines del siglo pasado, la Señora Luz Rivera, por voluntad propia era la encargada de realizar esta solemne festividad; con todo entusiasmo se dedicaba a recaudar las limosnas entre sus amistades para cubrir los gastos que por diferentes conceptos debían hacerse. Arreglaba los vestidos de la Virgen y los vistosos adornos del altar: candelabros relucientes, ramilletes de preciosas flores artificiales que ella misma confeccionaba y todo aquello que contribuyera a dar más realce y esplendor a esta festividad, la cual comenzaba desde el día 12 de agosto.

 

La Virgen era guardada en la casa de esta señora, durante todo el año, y ya en la tarde del día mencionado se trasladaba al Convento, verificándose en las tardes los “Rosarios de las Gradas” así llamados y con las oraciones de rigor que formaban el Triduo.

El día 15 todo era fiesta, misa solemne, cantos, oraciones, letanías y todas las manifestaciones de fe y como antiguamente la mayor parte del pueblo suspendía sus actividades, la Parroquia estaba atestada de fieles.

Acerca de la escultura.

La imagen era una escultura preciosa, pero no tenía cuerpo; era de las llamadas de bastidor, solo constituía la imagen, la cabeza, los brazos y una parte del busto, estos se sustentaban en un bastidor de madera de tres pies que se asentaba sobre una peana. Por este motivo Doña Luz, o como le decían Lucecita, determinó que le hicieran el cuerpo, para ello reunió el dinero necesario y ya conseguido, mandó la imagen a Puebla, donde el célebre escultor Salvador Guevara, originario del Pueblo de Tomatlán, le arreglo el cuerpo faltante, quedando la escultura de la Virgen según el decir de la época “lindamente acabada”.

 

Doña Lucecita quiso colocar la imagen ya terminada en su altar, frente a la Virgen de los Dolores, pero murió sin poder llevar a cabo este deseo.

Para cumplir esta voluntad de la ya finada Lucecita quedaron a cargo su hermano Aurelio y su sobrino Moisés, quienes consiguieron con el Sr. Cura Don Mucio Cortes el permiso para la construcción del altar y su colocación en la Parroquia, el propio Sr. Cura tramitó el permiso a la Mitra, el cual fue concedido en junio de 1926, pero la clausura de los templos, en ese entonces, impidió la realización de este proyecto. Al reabrirse estos, en 1929 y habiendo muerto el Sr. Aurelio Rivera, su hijo, el Profr. Moisés, se encargó de dar cumplimiento a este deseo tanto tiempo acariciado, por lo que, señalado el lugar, frente al altar de la Virgen de los Dolores, fue e invitado el Sr. Arzobispo Exmmo. Sr. Don Pedro Vera y Zuria, quien se dignó asistir y colocó la primera piedra. El pie del Altar fue hecho por el buen albañil Don Trinidad Cruz, quien cobro $400.00 por su trabajo; el nicho en el cual fue colocada la venerada imagen, lo elaboró el Señor Rosendo González, de Ayehualulco, a un costo de $250.00 y para la terminación del Altar el Profr. Rivera compró en la Ciudad de Puebla, la placa de mármol y el Ara, con un costo de $100.00. Para inaugurar el Altar fue invitado nuevamente el Sr. Arzobispo el cual aceptó gentilmente. Con el Altar profusamente iluminado y bellamente adornado, aunque sin terminar debidamente, fue colocada la imagen en su nuevo nicho y presentes los Padrinos se inició la Ceremonia de la Consagración, terminada ésta el Sr. Arzobispo procedió a la celebración de la Misa, habiendo encerrado antes, en el Ara, las reliquias sagradas de tres Santos; los Padrinos y personas presentes iluminaban todo este ritual con la luz de sus velas y la alegría de su fe.
Todo esto ocurría en una mañana de regio sol: el 23 de Mayo de 1930.
Después de haber entregado la Santa Imagen, para que ya siempre estuviera en la Parroquia, el Profr. Moisés consideró satisfecho el deseo de su tía Lucecita y consiguió con el Sr. Cura Cortes que la Asociación de HIJAS DE MARÍA, se hicieran cargo de la atención y culto a la Virgen de la Asunción, siendo su Presidenta, la Señorita Concepción González, hermana del Sr. Rosendo quien hizo el nicho. Breve relato Familiar. Durante la suspensión de cultos, en una ocasión, se supo que la Autoridad quería realizar un cateo en varias casas para buscar objetos religiosos de valor, fue por ello que don Aurelio Rivera acordó que la imagen se trasladara a un lugar seguro, y al saberlo mi padre, Don Cándido Salinas, que era Procurador del Distrito, ofreció su casa, por lo que fueron llevados a ella varios objetos y entre ellos la Virgen, que estuvo en la casa una corta temporada, y supe también por labios de mi padre, que mi tía Rosenda obsequió unos valiosos aretes para esta Virgen. Después de esta breve digresión, continuamos el hilo de nuestro relato: El miércoles de ceniza del año 1945, una de las personas que a esa hora entraba al templo para rezar sus oraciones del día, al dirigir su mirada a la Santísima Virgen de la Asunción, advierte que un hilillo de sangre sale de la boca de la imagen, escurre hasta sus pies manchando su vestido; al saber esto una multitud de personas acude a admirar esto que consideran un verdadero milagro. Hablan de esto con Monseñor Aurelio Toriz Mendoza, Sr. Cura de esta Parroquia, quien se extraña de esto y acude a ver lo que sucede, da la casualidad que un restaurador de imágenes se encuentra trabajando ahí y al preguntarle el señor Cura que sucede le contesta “Es agua cola”, esto a nadie convence, pero así se da por terminado este suceso.
A pocos años de efectuada la primera Gran Feria de la Manzana (1941) a propuesta y solicitud de un grupo de Fruticultores encabezados por el Sr. Dr. Ángel Orta y Velázquez, quien gracias a su interés y dinamismo logró que la Santísima Virgen María, en su advocación de la Asunción, fuera nombrada:

PATRONA DE LOS FRUTICULTORES.

Y ya, por los años cincuenta, siendo cura don José Ignacio Cortés, fue trasladada al templo del exconvento de San Francisco, donde actualmente se encuentra, y es desde entonces que el mencionado Dr. Ángel Orta y V. Procuró que se efectuara en este día una Misa Solemne, con asistencia de todos los fruticultores, acompañados por la Reina de la Feria, y también a él se debe la tradición de efectuar la procesión con la Virgen a cuesta, por las principales calles de la ciudad; los estandartes con que concurren a la misa los fruticultores, también los diseño él.

 

A la fecha, son sus hijas Teresita † y Susana quienes mantienen esta tradición, ya familiar.

Fuente de información: Libro “Recuerdos del Ayer” págs. 280-285.