Desde fines del siglo pasado, la Señora Luz Rivera, por voluntad propia era la encargada de realizar esta solemne festividad; con todo entusiasmo se dedicaba a recaudar las limosnas entre sus amistades para cubrir los gastos que por diferentes conceptos debían hacerse. Arreglaba los vestidos de la Virgen y los vistosos adornos del altar: candelabros relucientes, ramilletes de preciosas flores artificiales que ella misma confeccionaba y todo aquello que contribuyera a dar más realce y esplendor a esta festividad, la cual comenzaba desde el día 12 de agosto.
La Virgen era guardada en la casa de esta señora, durante todo el año, y ya en la tarde del día mencionado se trasladaba al Convento, verificándose en las tardes los “Rosarios de las Gradas” así llamados y con las oraciones de rigor que formaban el Triduo.
El día 15 todo era fiesta, misa solemne, cantos, oraciones, letanías y todas las manifestaciones de fe y como antiguamente la mayor parte del pueblo suspendía sus actividades, la Parroquia estaba atestada de fieles.
La imagen era una escultura preciosa, pero no tenía cuerpo; era de las llamadas de bastidor, solo constituía la imagen, la cabeza, los brazos y una parte del busto, estos se sustentaban en un bastidor de madera de tres pies que se asentaba sobre una peana. Por este motivo Doña Luz, o como le decían Lucecita, determinó que le hicieran el cuerpo, para ello reunió el dinero necesario y ya conseguido, mandó la imagen a Puebla, donde el célebre escultor Salvador Guevara, originario del Pueblo de Tomatlán, le arreglo el cuerpo faltante, quedando la escultura de la Virgen según el decir de la época “lindamente acabada”.
Doña Lucecita quiso colocar la imagen ya terminada en su altar, frente a la Virgen de los Dolores, pero murió sin poder llevar a cabo este deseo.
Y ya, por los años cincuenta, siendo cura don José Ignacio Cortés, fue trasladada al templo del exconvento de San Francisco, donde actualmente se encuentra, y es desde entonces que el mencionado Dr. Ángel Orta y V. Procuró que se efectuara en este día una Misa Solemne, con asistencia de todos los fruticultores, acompañados por la Reina de la Feria, y también a él se debe la tradición de efectuar la procesión con la Virgen a cuesta, por las principales calles de la ciudad; los estandartes con que concurren a la misa los fruticultores, también los diseño él.
A la fecha, son sus hijas Teresita † y Susana quienes mantienen esta tradición, ya familiar.
Fuente de información: Libro “Recuerdos del Ayer” págs. 280-285.
Profr. Moisés Rivera L.